Antes de explicar cómo desarrollar el talento en los niños, habría que definir qué es exactamente el talento. Contrariamente a lo que muchos pensábamos, tener talento no es sinónimo de ser un genio.
De hecho, aunque a priori un niño sobresalga en una determinada área, sin esfuerzo, trabajo y dedicación constante no llegará nunca a destacar. O, lo que es lo mismo, un niño que dedique esfuerzo, trabajo y dedicación a una tarea que le gusta, puede llegar a ser un genio.
Como explicaron María García Bustelo (Desarrollo del Talento) y Rubén Blanco (La Nave de Leonardo), durante una charla para padres en Librerías Santos Ochoa, para desarrollar el talento en nuestros niños no existe una receta mágica. El talento no es más que:
99% trabajo
1% capacidad innata
¿Esto qué significa? En primer lugar, que todos podemos llegar a conseguir lo que nos propongamos, ya que no depende tanto de nuestras cualidades, sino de nuestra capacidad de esfuerzo y superación. Y es precisamente ahí donde nosotros, los padres, podemos ayudar a nuestros hijos.
Como padres, tenemos el deber de inculcar en nuestros hijos el valor del esfuerzo y el placer de conseguirlo, si no a la primera, a la segunda, tercera… García-Bustelo ponía un ejemplo muy claro: «El otro día iba en el coche con mis hijos, cuando vi un sitio para aparcar un tanto pequeño y dudaba de si me iba a poder meterlo. Lo intenté, por lo menos, 8 veces, hasta que lo conseguí».
Encontar su talento
El niño debe descubrir sus gustos, sus aficiones, aquello que «se le da bien» y le gusta realizar. Para ello, hay que dejarles experimentar y colocarles en diferentes situaciones y contextos. No es una cuestión de dinero, sino de dedicarles tiempo.
«Debemos dejarles cocinar con nosotros, limpiar con nosotros, pintar una pared si se tercia la ocasión, regar las plantas… Efectivamente, dejarles hacer estas cosas supone que después tengamos que limpiar lo que han ensuciado, pero merece la pena», contaba García Bustelo.
No hay que hacer nada que él sea capaz de realizar por sí mismo. Según apuntaba Rubén Blanco, el mejor regalo que podemos hacer a un niño es darle alas para volar. Dejarles que prueben, que se caigan. Ellos aprenden mucho antes de sus errores que los adultos.
¿Y qué ocurre en la escuela?
A pesar de que en 1983, Howard Gardner desarrollara su teoría de las inteligencias múltiples, todavía muchas familias tienden a relacionar la inteligencia de sus hijos con su capacidad de sobresalir en asignaturas como ‘mates’ o ‘lengua’.
Durante la charla, se estableció un profundo debate acerca de la capacidad de las escuelas en encauzar y potenciar el talento de los alumnos. Una cosa está clara: a pesar de los esfuerzos de muchos profesores por cambiar la manera de dar clase, el sistema educativo español no beneficia en absoluto.
Unos temarios innecesariamente vastos en Primaria, obligan a los docentes a meter los conocimientos «con embudo». A pesar de que está demostrado que los conocimientos se fijan con la práctica, en clase no hay tiempo. Esto se traduce en demasiados deberes y exámenes a edades demasiado tempranas. ¿En qué deriva todo esto? En que, al igual que nos ocurría a nosotros, no se inculca el placer de estudiar para aprender, sino que el fin sigue siendo aprobar.
Ante este panorama, los padres debemos ser proactivos, preguntarnos ¿qué podemos hacer? y atender la individualidad de cada niño.