Comienza el curso y, con él, empezamos a plantear las actividades para nuestros hijos. Entre ellas, una de las más demandadas suele ser la natación. Pero nos surgen varias dudas: ¿es tan buena como la pintan? ¿Es para todos? ¿Desde qué edad pueden comenzar?
Se lo preguntamos a Laura Sánchez, licenciada en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, con maestría en Natación. Laura es cofundadora de Trisana, centro de fisioterapia orientada a la mujer, pero se ha pasado media vida bajo el agua y tiene diez años de experiencia como monitora de natación de bebés, niños y adultos.
EBM. La primera pregunta que surge: ¿cuál es la edad recomendable para comenzar con clases de natación?
Laura: Cuando apuntamos a un bebé a clases de natación, debemos tener claro que no se trata de que aprenda a nadar entendido como tal, ya que esto no se conseguirá hasta los 3-5 años, dependiendo de cada niño. En edades inferiores, el objetivo es que sea autónomo en el agua, que aprenda a flotar y gane en seguridad.
A partir de los 3 o 4 meses, el bebé ya podría comenzar las clases, siempre, eso sí, acompañado de su padre y/o madre. Hasta los dos años, los bebés deben estar acompañados de sus papás; además de ser divertido para ambos y generar mayor vínculo, hace que gane confianza en el medio acuático.
[quote color=»#000000″ arrow=»yes» align=»center»] A partir de los 3-4 meses, los bebés podrían comenzar las clases.[/quote]
¿Por qué se dice que la natación es tan beneficiosa para los bebés?
Hay que tener en cuenta que un bebé recién nacido viene de pasar 9 meses en el vientre materno, que es un medio acuático, donde se ha sentido a gusto y protegido. Los beneficios son innumerables: desde el más obvio, que es por seguridad física, que sepa reaccionar en caso de caer de forma accidental a una piscina; pasando por otros del tipo emocional, como estrechar los vínculos afectivos con los padres; la estimulación temprana; la socialización con otros niños; la mejora de la coordinación y del sistema motor en general, ya que el agua les permite total libertad de movimiento y, como consecuencia de todo lo demás, un mejor desarrollo intelectual.
Muchos niños sienten rechazo al agua, ¿qué hacer en ese caso? ¿Es mejor abandonar la actividad o hay que seguir insistiendo?
Ante todo, está el respeto hacia el niño, si ni siquiera se atreve a meterse al agua y esta situación se repite a lo largo de un mes, una clase tras otra, es preferible no forzar y probar pasado un tiempo. De todas formas, al principio es muy habitual que lloren porque la iniciación suele asustarles. Llevaremos mucho ganado si los padres se muestran tranquilos y se lo transmiten así. Me he encontrado con muchos papás que no quieren que sus hijos se mojen la cara o que tienen miedo a realizar ciertos juegos.
[quote color=»#000000″ arrow=»yes» align=»center»] Los padres deben transmitir seguridad. Me he encontrado con muchos que ni siquiera querían mojarles la carita.[/quote]
¿Las piscinas deben cumplir unos requisitos concretos?
En general, todas las instalaciones donde he dado clase cumplen con los requisitos para la actividad. Por ejemplo, que la piscina tenga una temperatura del agua adecuada. Si nosotros sentimos frío, los niños también y no estarán a gusto, así que «cuanto más calentita esté, mejor». También es necesario que los adultos hagan pie en la piscina y que ésta disponga de material adecuado para los juegos.
Pregunta del millón: en la piscina de verano ¿manguitos, flotador…?
Ni uno ni otro. Lo mejor es utilizar un mecanismo que le permita desplazarse en horizontal, o sea, el conocido como ‘churro’. Por contradictorio que parezca, son más peligrosos los aparatos que no dejan al niño una libertad mínima en el agua, véase, los típicos manguitos o flotadores, o como yo les llamo «los niños boya».
[quote color=»#000000″ arrow=»yes» align=»center»]Por contradictorio que parezca, son más peligrosos los aparatos que no dejan al niño una libertad mínima en el agua, véase, los típicos manguitos o flotadores, o como yo les llamo «los niños boya».[/quote]
La vigilancia es lo único 100% efectivo, pero puestos a elegir son preferibles las burbujas con varios ladrillos, que se van eliminando uno a uno a medida que el niño sabe nadar mejor o, como ya he mencionado antes, el churro, aunque éste siempre con la compañía de un adulto.
Concluyendo, salvo enfermedades crónicas, fundamentalmente por el riesgo de resfriados, la natación, a priori, se presenta como una actividad idónea para realizar con tu bebé. No obstante, ante cualquier duda siempre debemos consultar al pediatra.
Agradecimientos: Laura Sánchez (a la derecha).