Minúscule Santander, experiencia festivalera en familia

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Con la Billy Boom Band encabezando el cartel, el Minúscule Festival de Santander demuestra que la experiencia festivalera mejora en familia.

¡Sí, se puede! Se puede ir de concierto con los niños y que padres, hijos y abuelos disfruten como enanos. No hay mejor ‘Libro de emociones’ que ver a unos padres saltar, bailar y corear una canción. Así que, si por tus venas corre Rock&Roll, puedes y debes compartirlo con ellos.

Si de festivales de música en familia se trata, el Minúscule, en Santander, «El festival de música y arte para familias curiosas» ya se ha colado en el circuito. El domingo 3 de junio celebraba su segunda edición, con el cartel de ‘No hay entradas’ colgando desde hacía varios días. Nadie quería perderse a la banda cabeza de cartel cuya fama ha trascendido fronteras, los locales, Billy Boom Band y su eslogan ‘El rock sí es cosa de niños‘.

En el Minúscule volvieron a demostrar que la música, cuando está bien hecha, no entiende de edades. Cuatro de los cinco miembros de esta banda comparten otra de sobra conocida por el público: La sonrisa de Julia (calificados como los Cold play nacionales) y este saber hacer, compartir carretera y lidiar en los escenarios se transmite en los directos de Billy Boom Band. Ritmos muy frescos; mensajes que llegan al corazón de los menos niños y una energía muy especial que convierte a cada directo de la Billy en una fiesta para todos los públicos que huye del ‘infantilisimo’.

Pero la música del Minúscule no se detuvo con la actuación de la Billy. A lo largo de la tarde sonaron bandas como ‘Joe Ventisca and The Huckleberries’, otra local que nos transportó al corazón de Nueva Orleans, ‘The Limboos’ y su cuidado ‘Rhythm & Blues Exótico’ que ya han paseado por media Europa y desde Getxo, la música surfera de ‘Smile‘, con los que se cerró festival bien entrada la tarde.

La guinda 

Cuando se trata de festivales en familia, no puede faltar espacio para corretear al aire libre. Escenario Santander, el recinto escogido para el Minúscule, disponía de un buen perímetro de zona verde para comer, jugar o tirarse a descansar en la hierba. Lástima que no pudo disfrutarse todo lo que hubiéramos querido los presentes, porque el ‘chirimiri’ que acompañó durante todo el día, arreció a media tarde y puso fin a la estancia en exteriores.

En cualquier caso, pormenores para una ciudad acostumbrada a convivir con la lluvia. Por lo que, a cubierto, el Minúscule también ofrecía talleres infantiles de diversa índole: decoración de guitarras de rock; taller de diseño gráfico; de composición y música moderna; skate para principiantes, lindy hop…

En definitiva, un festival con proyección, que se está haciendo un nombre en el panorama nacional -desde luego en Cantabria ya lo tiene- y que, a buen seguro, le esperan más ediciones para demostrar que conciertos y niños son buena combinación.

 

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