Me lo contaban, pero no me lo creía. Incauta de mi, pensaba: «qué exageradas son estas madres; a mi esto no me va a pasar ni de broma». Esos líos de puntuaciones, estadísticas, apellidos, letras… para algo tan (aparentemente) natural como elegir el colegio del niño, me parecía, cuanto menos, descabellado… hasta este año, claro.
Cuando la suerte no se pone de tu lado en el famoso «sorteo de la letra de desempate«, ya puedes sacar lápiz y papel porque vas a tener que hacer un máster en estadísticas y probabilidades. Pero, sobre todo, ya puedes ir pensando en el medio de transporte que vas a utilizar para llevar a tu hijo al colegio.
Porque mi hijo, al igual que otros muchos, va a ser uno de esos niños que nunca podrá ir a la escuela andando. Ni tampoco creo que pueda ir él solito, como hacía su madre con 10 años. Ya que, según Google Maps, el colegio que nos ha tocado (perdón, elegido) está a 3 kilómetros, y muchas, muchas carreteras de distancia desde mi casa. Así que más nos vale que no se rompa el coche.
No sé, no sé… Pero yo creo que cuando nosotros éramos niños, nuestros padres lo tenían más fácil: ibas al cole de tu barrio y punto.
Quiero entender que Logroño ha crecido mucho desde entonces y que, ahora, las exigencias de los padres también son mayores. Pero, ¿de verdad que no se pueden hacer mejor las cosas? ¿De verdad que los padres tienen que peregrinar por las secretarías de los coles hasta el último minuto y movilizar a toda la familia?
Al menos, por favor, que luego no se diga que el 95% de los riojanos ha tenido el colegio que solicitaron en primera opción porque eso, con todos mis respetos, es insultar a las familias.