Encierro en casa (día 2): que quede claro, hijos, esto no son vacaciones

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Jueves 12 de marzo. Después de un estreno bastante positivo afrontamos el segundo día de «encierro». Vivimos una situación anormal, pero hemos decidido continuar con las rutinas: levantarse a la misma hora, desayunar, dientes, vestirse… les debe quedar claro que esto no son vacaciones. En lugar de ir al colegio, nos vamos de «excursión» que está francamente bien.

Un paseo por los alrededores de casa se puede convertir en una clase de ciencias naturales: insectos, plantas, aves… Cuando no tienes prisa por llegar a ningún sitio, todo es más relajado. Ha dado tiempo de explicar el ciclo de la vida: desde la reproducción (las mariquitas están en plena ebullición) hasta la muerte.

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Huelga decir que en nuestros paseos matutinos hay 0 contacto con otras personas. Y que cuando salimos y volvemos a casa nos lavamos las manos a conciencia.

Teletrabajo, telestudio, telecompra…

Llega la hora de trabajar para todos: pequeños y mayores; y tras un rato en la tarea, me viene a la cabeza el tweet que he leído por la mañana.

Twitter

Nota para la profe de mi hijo: sí, estamos haciendo todas las tareas encomendadas, pero a un ritmo… relajado.

He entendido que durante un encierro en casa lo más importante es mantener un buen clima, así que no queda otra que relajarse un pelín. ¿Que publicamos una noticia media hora más tarde de lo que nos gustaría? pues vale, ¿que abusamos de tele y ordenador durante más tiempo de lo recomendado? Toca relativizar.

Y a pesar de las buenas intenciones, es frecuente escuchar: «Mamá, ¿vas a dejar ya el maldito ordenador/móvil? No puedo, cariño, aunque no lo creas estoy trabajando. «Mamá, puedo ir a casa de fulanito? No, mi amor, no podemos estar en contacto con nadie«.

Creo en la bondad humana

Avanza la mañana con la sensación que, desde hoy, mucha gente ya ha tomado conciencia de la importancia de quedarse en casa. También recibo algún mensaje de personas un tanto indignadas porque ellas se ven obligadas a salir a trabajar. Lo entiendo. Pero el mensaje sigue siendo el mismo: todo el tiempo que no estés trabajando #encasamejor #quedatencasa #yoelijoserresponsable

Creo firmemente en la bondad humana y lo están demostrando. El mail, redes, whatsapp… de El Balcón de Mateo está echando humo con todas las propuestas que nos llegan, desde particulares hasta empresas y personas que se están escurriendo los sesos para entretener a los peques en casa. Con la ayuda de Zarándula y toda su red de contactos empezamos a darle forma a esto… #encasamejor.

encasamejor la hora del cuento carles garcia

Los abuelos 

Como dije, en nuestro caso hemos decidido ser nosotros quien cuide de los niños durante el encierro. Es evidente que resultaría más fácil trabajar si se quedaran con los abuelos, que, además, están como una rosa, pero no va a ser así. Las recomendaciones de las autoridades son claras: las personas mayores tienen más riesgo de complicaciones si se contagian y los niños son transmisores natos. Blanco y en botella.

Solución: vídeollamadas de Whatsapp a los abuelos. Además, unos y otros se mean (con perdón) de la risa al verse en pantalla. También me han hablado de llamadas grupales vía Skype, ideal para aquellos que echen mucho, mucho de menos a sus amiguitos de clase. Por fortuna, la tecnología está de nuestro lado para facilitar estos momentos. Cualquier cosa antes que entrar en contacto unos con otros. 

El descubrimiento: just dance now 

Para toda una ignorante del mundo vídeojuego como yo, el descubrimiento ha sido una aplicación de móvil llamada Just Dance Now. Nos la recomendó un profe de Educación Física para estos días y, oye, todo un acierto. No necesitas consola, solo una tele con conexión a internet y el móvil. Tan chulo ha resultado el invento y ha cumplido tan bien el objetivo, que es moverse, que al final, he decidido pagar la suscripción: 1 mes 7 euros (aproximadamente, porque el precio lo digo de memoria). Aún mantengo la esperanza de que me sobren días.

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Durante la tarde, llegan más comunicados (he decidido no salir a ninguna rueda de prensa) sobre los nuevos cierres: museos, bibliotecas, centros deportivos, algún comercio decide hacerlo motu proprio… Finalmente, llega el anuncio de que España recomienda el cierre de todos los centros educativos. Bien.

Solo fuentes oficiales 

Entre plastilinas, lecturas de la biblioteca, cocinar y pasear a la perra, el día 2 está llegando a su fin. No sin antes descubrir gracias a Maldito Bulo que un audio a quien yo (periodista) había reenviado a cerca de 50 contactos, era un nuevo ‘Fake’. Había caído en el mundo bulo y, lo que es peor, alimentándolo.  No me fustigo y vuelvo a la palabra de antes: relativizar. Pero prometo no volver a hacerlo. Por favor, no cometáis el error de reenviar documentos, audios, etcétera que no vengan de fuentes oficiales y medios de comunicación contrastados.

Ahora sí, termina el día con este regalo de mi amiga Gema, una bellísima reflexión del psicólogo F. Morelli, que circula entre nuestros queridos vecinos italianos:

Creo que el universo tiene su manera de devolver el equilibro a las cosas según sus propias leyes, cuando estas se ven alteradas. Los tiempos que estamos viviendo, llenos de paradojas, dan que pensar…

En una era en la que el cambio climático está llegando a niveles preocupantes por los desastres naturales que se están sucediendo, a China en primer lugar y a otros tantos países a continuación, se les obliga al bloqueo; la economía se colapsa, pero la contaminación baja de manera considerable. La calidad del aire que respiramos mejora, usamos mascarillas, pero no obstante seguimos respirando…

En un momento histórico en el que ciertas políticas e ideologías discriminatorias, con fuertes reclamos a un pasado vergonzoso, están resurgiendo en todo el mundo, aparece un virus que nos hace experimentar que, en un cerrar de ojos, podemos convertirnos en los discriminados, aquéllos a los que no se les permite cruzar la frontera, aquéllos que transmiten enfermedades. Aún no teniendo ninguna culpa, aún siendo de raza blanca, occidentales y con todo tipo de lujos económicos a nuestro alcance.

En una sociedad que se basa en la productividad y el consumo, en la que todos corremos 14 horas al día persiguiendo no se sabe muy bien qué, sin descanso, sin pausa, de repente se nos impone un parón forzado. Quietecitos, en casa, día tras día. A contar las horas de un tiempo al que le hemos perdido el valor, si acaso éste no se mide en retribución de algún tipo o en dinero. ¿Acaso sabemos todavía cómo usar nuestro tiempo sin un fin específico?

En una época en la que la crianza de los hijos, por razones mayores, se delega a menudo a otras figuras e instituciones, el Coronavirus obliga a cerrar escuelas y nos fuerza a buscar soluciones alternativas, a volver a poner a papá y mamá junto a los propios hijos. Nos obliga a volver a ser familia.

En una dimensión en la que las relaciones interpersonales, la comunicación, la socialización, se realiza en el (no)espacio virtual, de las redes sociales, dándonos la falsa ilusión de cercanía, este virus nos quita la verdadera cercanía, la real: que nadie se toque, se bese, se abrace, todo se debe de hacer a distancia, en la frialdad de la ausencia de contacto. ¿Cuánto hemos dado por descontado estos gestos y su significado?

En una fase social en la que pensar en uno mismo se ha vuelto la norma, este virus nos manda un mensaje claro: la única manera de salir de esta es hacer piña, hacer resurgir en nosotros el sentimiento de ayuda al prójimo, de pertenencia a un colectivo, de ser parte de algo mayor sobre lo que ser responsables y que ello a su vez se responsabilice para con nosotros. La corresponsabilidad: sentir que de tus acciones depende la suerte de los que te rodean, y que tú dependes de ellos.

Dejemos de buscar culpables o de preguntarnos porqué ha pasado esto, y empecemos a pensar en qué podemos aprender de todos ello. Todos tenemos mucho sobre lo que reflexionar y esforzarnos. Con el universo y sus leyes parece que la humanidad ya esté bastante en deuda y que nos lo esté viniendo a explicar esta epidemia, a caro precio.

(Cit. F. MORELLI, traducido al español)

 

 

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