¿Qué pasa cuando nos dejan para siempre? Hace poquito nos escribía una lectora para contarnos que, Akira, su perrita de 11 años se había marchado para siempre dejando un vacío enorme en la familia, pues estaba presente en todas las actividades del día a día.
Muchas personas se sorprenden ante las emociones que afloran tras la muerte de su compañero de cuatro patas. Se llegan a sentir enfadados o, incluso, culpables por la pena que sienten por la pérdida de un animal. En estos momentos es bueno tener presente que, nuestro peludo, era parte de nuestra vida, de nuestra rutina y de nuestro hogar.
Además del amor que llegamos a sentir por él, ha sido familia, amigo y compañero. Lloramos su pérdida y el final de una época feliz de nuestra vida, por todo lo que nos ha dado durante ese tiempo y por los lazos que ayudó a crear con otras personas y animales, que se han convertido en importantes para nosotros.
No hay fórmulas mágica. En ocasiones, es preciso buscar apoyo profesional pues los animales de casa son parte de nuestra vida y están presentes en nuestro hogar. Son familia, amigos y compañeros fieles y no pasa nada por reconocer que les echamos de menos.
Los niños y los ancianos que viven con la única compañía de su perro, son los más afectadas por esta pérdida. No debemos dejarlos solos y es nuestro deber estar atentos a su estado emocional.
Primer consejo: es importante que los niños puedan hablar libremente de cómo se sienten.
La certeza de la pérdida. El duelo
Es necesario hablar de nuestro animal y de cómo nos sentimos por su ausencia. No hace falta preguntar al niño a cada minuto cómo está, pero si estar dispuestos a hablar con él si lo necesita. Son días amargos que cada persona afronta a su manera, en los que no apetece ver ni hablar con casi nadie pero que, a la larga, debemos atravesar, pues se hace necesario asimilar la marcha de un ser querido como ha sido nuestro peludo.
Llegados a este punto, es el momento de encarar las diferentes fases del duelo que, en definitiva, es el proceso de ajuste emocional tras de la pérdida de un ser querido. Van a ser momentos de incertidumbre, donde las emociones compiten entre sí y, aunque consta de diferentes etapas que pueden explicarse separadamente, casi nunca se presentan de un modo ordenado. Tienden a solaparse y mezclarse entre sí, pero, de un modo u otro, todas las personas acabamos pasando por todas y no hay un plazo marcado para ninguna de ellas pues varía en función de cada persona.
Hay días mejores o peores, y, a veces, lo que se creía superado se vuelve a sentir.
La negación es etapa inicial de duelo y se produce cuando nos negamos rotundamente a aceptar la pérdida. No queremos creer lo sucedido, ni asumir que nunca volverá.
La segunda etapa es el enfado con uno mismo o con los demás. Es la ira, rabia, cólera, furor y coraje que sentimos cuando aceptamos el hecho de que ha muerto nuestro ser querido y que no hay marcha atrás.
La negociación es la etapa en rebobinamos, analizamos la situación y qué hubiera pasado si las circunstancias hubieran cambiado.
Durante la etapa de depresión, nos sentimos angustiados, miedosos, afligidos…. Empezamos a darnos cuenta de que la pérdida es irrevocable, y que debemos continuar viviendo, sin la presencia de algo tan importante en nuestras vidas.
La aceptación llega cuando nos sentimos preparados para aceptar el hecho de la muerte de nuestro amigo de cuatro patas. Somos conscientes de que nunca más volverá y retomamos nuevamente nuestras vidas de un modo más tranquilo.
Siempre estará presente
En el torbellino de sensaciones y emociones que vivimos, es bueno recuperar los momentos compartidos e intentar quedarnos con esa sensación agradable.
Algunos consejos sencillos que pueden ayudaros a afrontar de la forma más positiva posible, la pérdida de vuestro peludo en familia:
Llorar no es malo. Hay personas que necesitan exteriorizar sus sentimientos y no pasa nada porque nos vean llorar. Las lágrimas expresan el dolor que sentimos y ayudan a liberar la angustia interior. Es normal echarlo de menos.
No busques culpables ni te culpes porque se haya ido. Algo frecuente, sobre todo, en situaciones de pérdidas traumáticas y repentinas como las sucedidas a consecuencia de un accidente o de una enfermedad relámpago. Nos rebelamos porque no entendemos cómo ha podido suceder. En cualquiera de los casos, nuestro amigo se ha ido para siempre y no tiene sentido buscar culpables.
El recuerdo termina ganando terreno al dolor. Los recuerdos agradables han sido muchos y los buenos momentos compartidos estarán ahí siempre. Con el tiempo, la sensación gris desaparece, dejando paso la calma que produce la memoria tranquila de nuestro amigo peludo. Podéis ayudaros a superar la situación de una forma especial:
- Despídete de tu animal. Si no lo habéis hecho hasta ahora, es el momento de plantearlo en familia. Escribid una carta, haced un vídeo homenaje, recuperad fotos… En unas cuantas palabras se puede recoger el laberinto de sentimientos que atravesamos y agradecer a nuestro can el tiempo que nos ha dedicado y todo lo que ha aportado en nuestra vida.
- Aprende a vivir sin él: El tiempo que habéis compartido estaba lleno de horarios y rutinas que ahora se pueden volver una pesada carga. Es recomendable conservar, al menos por un tiempo, esos hábitos. Salid a pasear y sonreír a los que han sido compañeros de parque. Es preciso aprender a disfrutar de nuevo de los lugares que recorríais con él, mientras recordáis todo lo que habéis compartido, el tiempo que pasasteis juntos, los juegos, las risas y los buenos momentos. Poco a poco, iréis sustituyendo esas rutinas por otras nuevas actividades que os resulten agradables. Es importante seguir adelante con la sensación de poder recordar a nuestro perro siempre que sintamos la necesidad, pero siempre con una sonrisa en los labios porque hemos sido capaces de aprender a vivir sin su presencia..
- No busques sustituirlo. Nunca busques un nuevo animal con la idea de reemplazar al desaparecido. Las comparaciones son odiosas y es difícil apreciar al nuevo tal y como es cuando nos dedicamos a intentar reconocer en él al que ya no está. Tomaos un tiempo antes de dar el paso y, por supuesto, aceptad por adelantado, que nunca va a ser igual.
En memoria de Akira y con todo el cariño a su familia.
La pérdida de nuestro peludo es un momento difícil, sin duda, pero nunca debemos perder de vista que, con el paso del tiempo, los buenos recuerdos nos aportarán cierta paz mientras se va disipando el dolor. No hay un período establecido para que la pena remita, pero lo que es seguro es que lo hará. No dudéis en pedir ayuda profesional para afrontar el trance.
El tiempo, las enseñanzas y las experiencias que nos regalan a lo largo de su vida, es algo que debemos recordar y valorar pues siempre serán miembros queridos y recordados de nuestra familia humana y peluda.
Rosa Roldán – Perrygatos
Técnico en comportamiento canino y felino. Educadora canina
www.perrygatos.es
2 Comentarios
Ana Serrano
Muy completo tu articulo me lo llevo para compartir en mi pagina de Veterinaria en Facebook, muchas gracias sigue siendo como eres, me encanta lo que haces con los animales.
admin
Se lo transmitiremos a Rosa Roldán, autora del artículo y alma máter de Perrygatos.
¡Gracias!