Las relaciones entre niños y perros suelen ser blanco o negro. O les gustan a rabiar y no se amilanan ante el más grande del parque o los rehúyen de forma sistemática, porque han aprendido a temer aquello que no conocen.
El miedo a los perros, o cinofobia, es relativamente frecuente en niños, aunque no hayan tenido nunca una mala experiencia a lo largo de su vida. La forma de actuar de los padres, en estos casos, es decisiva para ayudarles a superar este temor.
Si los niños han convivido con perros desde siempre, normalmente no suponen ningún problema. Vuelvo a insistir en la necesaria supervisión de los padres en los encuentros entre niños y animales, cuando estos últimos son conocidos pero, fundamentalmente, cuando es la primera vez que interactúan. No permitamos al niño acercarse al perro hasta haberle evaluado por nosotros mismos y con su propietario.
En el caso de niños que no han convivido con perros, el tamaño, la envergadura, los movimientos rápidos, los dientes y, sobre todo, los ladridos pueden motivar un temor irracional hacia el animal. Sin embargo, en las ciudades les toca convivir con muchos otros niños que tienen perros y, en el fondo, es un castigo para el menor vivir siempre con temor. Es preciso enseñarles a comportarse y moverse de manera adecuada para evitar que el miedo siga creciendo.
CONSEJOS PARA PALIAR EL MIEDO
Si el miedo ya se ha instalado en nuestro niño, lo primero es buscar situaciones donde se empiece a sentir cómodo frente a los perros y, para ello, lo mejor es que vosotros os mostréis tranquilos y naturales frente a los animales.
Nunca es recomendable incorporar un perro a la familia como terapia de choque pues, no siempre funciona y nos creamos, además, la obligación de educar al perro recién llegado
En el caso de miedos patológicos es precisa la ayuda profesional de un psicólogo que evalúe el caso y dicte las pautas más adecuadas. Pero para evitar que los temores lleguen a ese punto, podemos actuar de manera preventiva siguiendo unos sencillos consejos:
♥ Si el niño no se siente cómodo con todos los perros, pero tiene curiosidad y hay perros que le atraen, una buena idea es pasear por espacios abiertos donde puedan ver perros de todo tipo, con otras personas y a una distancia cómoda para todos. Si el perro se acerca, podemos interactuar con él, pero no obligar al niño a hacerlo si no lo desea. Si el miedo es muy fuerte, nos alejaremos del perro inmediatamente.
♥ Debemos mantenernos tranquilos pues somos el referente del niño. Si nos ve movernos de forma relajada, tenderá a imitarnos y entrará en el juego.
♥ Si se sobresalta al ver un perro que se acerca rápidamente, valora la situación para restar tensión. Si veis que el perro no representa peligro, podemos pedir al niño que se quede quieto para que el perro no salte encima. Normalmente el perro se queda quieto también y se va. Si la situación es muy incómoda para el niño, nos iremos en silencio con movimientos lentos.
♥ Enseña al niño a mantenerse relajado y controlar la situación. Si se mueve rápido, gesticula mucho, grita o corre, es probable que cualquier perro crea que quiere jugar con él. En estos casos, lo mejor es realizar simulaciones en casa (sin perro) y enseñarle a adoptar la posición de estatua o de árbol que nos permite en la realidad que el perro pase de largo.
♥ Para que el niño se acerque a un perro por primera vez, lo mejor es contar con un perro tranquilo y conocido, que sea de algún familiar o vecino. Queremos crear experiencias positivas y cuanto más controlemos la situación, mejor. El guía o propietario del perro debe estar presente. Primero acércate tú al perro, y después, haz que el niño te imite. No obligues niño a tocar al perro si no lo desea, pero invítalo a acercarse.
♥ Si se anima al contacto, enseña al niño la manera correcta de acariciar a un perro: nunca acariciar al perro directamente en la cabeza, sino en la barbilla y en los laterales de forma suave. Si quiere darle comida, enseña al niño a sujetarla en la palma de la mano abierta para evitar que el perro roce los deditos con los dientes si sujeta la chuchería a modo de pinza.
Probablemente debas repetir este «proceso» varias veces, pero el resultado es muy grande pues el niño aprende a convivir de otra forma, mucho más agradable, con los animales.
El papel de los padres
Los padres juegan un papel fundamental y, por ello, nunca se deben fomentar miedos irracionales en los niños, ni usarlos como moneda de cambio. Seguro que a muchos nos suena aquello de “haz esto, o viene el perro malo y te muerde”. Usando estos argumentos, trasladamos de manera indirecta nuestros propios temores a los hijos. No podemos perder de vista que, una de las bases del aprendizaje de un niño, sigue siendo la imitación. Si el niño ve en sus padres miedos y recelos terminarán por creer que los animales son peligrosos y que lo normal es huir de ellos.
Rosa Roldán – Perrygatos
Técnico en comportamiento canino y felino. Educadora canina
www.perrygatos.es
